Estos días he estado pensando bastante en el concepto de destino.
¿Estamos predeterminados a cumplir cierto propósito o tenemos influencia sobre lo que nos depara en la vida?
Es curioso porque muchas veces nos sentimos en el lugar equivocado hasta que ya no, y lo que alguna vez fue ajeno y extraño termina siendo familiar y valioso.
Me es increíble lo fácil que la mente se puede sabotear. Aún teniéndolo todo muchas veces nos sentimos vacíos y que hace falta algo más para llenarnos, algo ajeno y muchas veces lejano.
Si bien hay veces que estamos en una situación en la que no queremos estar, cuántas veces despreciamos el presente simplemente porque pensamos que hay algo mejor fuera de nosotros. Porque pensamos que “necesitamos” algo para finalmente estar bien. Y mientras tanto, puede que solamente estemos negados a ver el camino que nos presenta la vida.
Al hablar de destino no estoy del todo convencido de que nuestra vida ya esté predeterminada en cada aspecto. Creo que nuestras decisiones tienen peso en el camino que vamos tomando. Pero cada vez más me convenzo de que todo pasa para algo y que el universo, Dios, azar o como le quieras llamar te pone donde debes estar.
Quizás donde debes estar y donde quieres estar no son el mismo lugar, al menos al principio. Pero si estás dispuesto a observar con el tiempo te darás cuenta del porqué la vida te puso ahí. Y las razones siempre valen la pena.
Puede ser para ayudar a otros, para que aprendas algo de ti mismo, para que valores las cosas que tienes, para que cuestiones tus creencias, para que desarrolles habilidades que no sabías que tenías…
O mejor aún, para que puedas tener el mayor impacto positivo posible que quizás de otro modo no hubieras podido haber logrado.
En resumidas cuentas hay que fluir. Para este punto ya he dejado de contar la cantidad de veces que me he cuestionado si debería estar donde estoy o si debería estar haciendo algo más.
La vida es cambio y se vale ir evolucionando. Mis anhelos e idea de propósito que tengo hoy en día no es la misma que hace 10 años y seguramente no será la misma dentro de 10 años más.
Hay que aprender a estar cómodo en la incomodidad de no tener todas las respuestas, confiando en que estás donde estas por una razón, pero tienes que ver más allá de lo evidente.
Confiar en el proceso y en lo que se te pone en frente.
Esta reflexión me vino a la cabeza hoy por la mañana mientras estaba subiendo la montaña. El clima no era muy favorable: niebla y mucha humedad. La tierra estaba hecha lodo, las piedras resbaladizas y la visibilidad era poca.
Después de varias caídas y de batallar bastante me di cuenta de que la dificultad no se debía tanto a las condiciones de la montaña si no a las condiciones de mi mente.
Estaba pensando en lo que hice estos últimos días y en lo que haré en los próximos, en lo que otros pensaban de mi y en si estaba tomando las decisiones correctas con mi vida. Afortunadamente el universo es sabio dando lecciones y de manera muy directa requerí de varios sentones y resbaladas en la tierra para sacudirme y darme cuenta del problema.
Después de hacer consciente mi falta de conciencia tomé un respiro y decidí enfocarme totalmente en el momento presente. Un paso a la vez.
Mágicamente no volví a caer y pareciera que el camino se iluminaba frente a mi. Sabía exactamente donde pisar, cómo acomodar mi cuerpo y qué movimientos realizar.
Perdí noción del tiempo y llegué a mi destino.
No hubo palabras. No hubo un plan. No había un deseo por llegar.
Solo una confianza en mi mismo y una aceptación profunda de todo lo que se presentaba frente a mi.
Y honestamente creo que valió la pena:
Me encantó Emi ! Super inspiradora historia !! Felicidades!!